miércoles, 9 de septiembre de 2009

¡Ay, San Valentín!

No me gusta hacerle la segunda a Cupido, pero ante la insistencia de mi amiga Diana me vi forzado a jugar el ingrato papel. Cuando vió a mi amigo Rubén, recién divorciado, no dejaba de preguntarme: ¿Por qué no lo invitas a salir con nosotros?... claro ya yo veía la imagen de ellos dos conversando alegremente, mientras yo estaba parado detrás, violín en mano.



Como no me gustan las citas de tres, le dije a Rubén que tenía una amiga que estaba interesada en él (a riesgo de que, con dicha acción, Diana se disgustara conmigo). Con toda libertad le di el teléfono celular de ella para que la llamara, y si estaba interesado la invitara a salir. No habían pasado dos horas desde que me despedí, cuando vi que mi celular sonaba frenéticamente... el nombre Diana M. aparecía amenazador en la pantalla. Contesté preparándome para un cargamento de reclamos, sin embargo no fue así.

-¡Tengo un date con Rubén mañana en la noche! -gritaba con una alegría casi histérica.

Pues bien, di mi labor por bien hecha. Rubén, un enamorado de la palabra, poeta consumado, la envolvería esa noche, y mi querida amiga accedería al paraíso... o no... me puse a meditar en la personalidad de Diana, una mujer profesional,de más de 35 años, Gerente de una empresa de renombre, soltera porque ningún hombre está a su altura. En ese instante recordé porque la bauticé "Diana de Nadie" cuando la conocí diez años atrás. Me empecé a sentir mal, no por ella, sino por Rubén... ¿En qué lío lo habría metido?


No supe de ninguno de los dos hasta después de la cita. Sendas llamadas me dieron el informe que esperaba. Primero llamó Rubén.

-¡Qué mujer más encantadora! -no paraba de repetir.

Había quedado deslumbrado por su personalidad, inteligencia y sentido del humor. Sobre su belleza, no es que mi amiga sea fea, pero tampoco se puede decir que sea Venus revivida. De cualquier manera me habló de que había sido una velada extraordinaria, que incluso le dedicó unos poemas, con música de violines de fondo. Me dio las gracias por haberle demostrado que habían mujeres que valían la pena.

No acaba de cerrar con él cuando suena el teléfono nuevamente.

-¡Qué pereza de hombre! -fueron las primeras líneas de Diana de Nadie.

Me reconoció que lo que le llamó la atención fue el físico atlético de mi amigo, el agujero en la barbilla, sus cabellos rubio y ojos azules. Pero, que al final resultó un ñañeco, sensible que llegó al colmo de la cursilería al recitarle unos versos luego de que un violinista callejero se les acercó. ¿Cómo se me había ocurrido darle su teléfono a semejante blandengue?

Ahora Rubén no me habla porque Diana no le hace caso...Diana no me habla porque Rubén no la deja en paz... y yo por jugar a Cupido quedé con la flecha atravesada, y no precisamente en el corazón...

1 comentario:

pepo dijo...

Jaja muy buena esto