jueves, 11 de octubre de 2007

Despedida de mi abuela

Hoy estoy aquí para despedir a mi abuela Ana. Al partir alguien tan querido como Mama Aña vuelven a la mente tantos recuerdos. Cada persona es como un prisma, todo depende del cristal por el que la miren. Hablando en nombre de sus nietos puedo decir que la recordaremos como la abuela consentidora, cómplice, y a veces alcahueta.

De niños sus caricias y gestos de cariño siempre estuvieron presentes en los momentos de enfermedad u otro tipo de problemas.
Qué bonito es poder evocar la infancia y ver la figura de la abuela, una palabra que encierra tanto, contándonos cuentos a la hora de dormir, preparando elaborados dulces de cumpleaños, o en las noches acurrucándonos con ella para ver la televisión.

Pero también recuerdo a la mujer caritativa, religiosa, que siempre nos formaba en la fe y nos tiraba la oreja cuando sentía que nos apartábamos del camino de DIOS. Podría llenar horas de anécdotas personales. Pero esas las guardamos en el corazón, porque si bien ya no esta físicamente con nosotros, nos dejó los dones más preciado: su amor y entrega.

Es por esto que nuestro sentimiento de tristeza ha de ser reconfortado por la paz de saber que ahora está feliz al reencontrarse con tantos seres queridos que se le adelantaron y que la esperan con los brazos abiertos.

Nosotros celebramos el haberla conocido, y haber disfrutado de ella mientras estuvo en tierra. Ahora nos toca seguir nuestro camino sabiendo que alguien más nos cuida desde arriba y estará esperándonos junto a Cristo cuando nos llegue nuestro momento.
Hasta luego Mama Aña.